A la edad de veinticuatro años, tras la muerte de una persona muy querida para él, R. Tagore escribió lo siguiente:
Que pudiera existir alguna laguna o interrupción en la procesión de alegrías y dolores de la vida, era algo de lo que yo aún no tenía ni la más mínima idea. Yo no podía ver nada más allá de esta vida y había aceptado esta vida como si constituyese la única realidad. Cuando de repente vino la muerte y en un solo instante desgarró totalmente aquella aparente realidad de la vida. Yo permanecí totalmente desconcertado y confuso. Todo lo que me rodeaba: los árboles, el suelo, el agua, el sol, la luna y las estrellas seguían tan inamovibles y reales como siempre, mientras que la persona que antes también había estado presente y que, por medio de mil puntos de contacto con mi vida, con mi mente y con mi corazón, era mucho más real para mí que la misma naturaleza, había desaparecido en un momento, como un sueño. ¡Qué contradictorio me parecía todo esto, mientras miraba a mí alrededor! ¿Cómo podría llegar jamás a reconciliar aquello que quedaba con aquello que había desparecido? La terrible tiniebla, aparecida ante mí a través de aquella desgarradora experiencia, continuó fascinándome noche y día… Intentaba sumergirme en ella y comprender qué era lo que había quedado en el lugar de aquello que había desaparecido. El vacío es una cosa en la que el hombre no puede llegar a creer: aquello que no es, es falso; aquello que es falso, no existe. Y, de esta forma, todos nuestros esfuerzos por encontrar algo donde no vemos nada, son incesantes.
Al igual que una joven planta, sumergida en la oscuridad, se esfuerza por crecer para buscar la luz, así, cuando en un arrebato la muerte arroja la tiniebla de la negación alrededor del alma, ésta también se esfuerza por salir a la luz de la afirmación. Pues, ¿qué otro dolor es comparable al del estado en el que las propias tinieblas impiden encontrar el camino para poder salir de ellas? Sin embargo, en medio de este intolerable dolor, destellos de alegría brotaron en mí y ello me dejó profundamente maravillado. El hecho de que la vida no era algo estable y permanente constituía un descubrimiento muy doloroso, pero que a la vez me proporcionaba una gran sensación de alivio. El reconocer que nosotros no somos prisioneros para siempre dentro de las sólidas murallas de la vida ordinaria era un pensamiento que, inconscientemente, poco a poco se iba adueñando de mí, provocando auténticas oleadas de satisfacción. Yo me veía obligado a abandonar aquello que había poseído y este sentimiento de pérdida era el que me hacía infeliz. Pero, cuando al mismo tiempo, lo consideraba bajo el punto de vista de la libertad adquirida, una gran paz embriagaba todo mi ser. A medida que iba cesando en mí la atracción por el mundo, la belleza de la naturaleza iba adquiriendo ante mis ojos un significado cada vez más profundo. La muerte me había proporcionado la perspectiva justa desde la que poder ver el mundo en la plenitud de su belleza y, cuando contemplaba el cuadro del Universo sobre el fondo de la muerte, lo encontraba realmente extasiante.
La «hermana muerte», tan natural como la vida, y tan dolorosa cuando es la de un ser querido.
Simplemente gracias, es un lujo poder disfrutar de todo lo que transmites en tús homilías.
vida y muerte no son ambos sino una unicidad que mana desde la misma Fuente de creaccion. quién muere? quién nace? no es a caso, la misma Vida la que florece a cada instante.
Nuevamente es el Amor lo que perdura, lo que no muere, lo que da vida.
me parece que una de las claves de la aceptación de la muerte está en esta parte del texto de Tagore. «……..el reconocer que nosotros no somos prisioneros para siempre dentro de las sólidas murallas de la vida ordinaria era un pensamiento que, inconscientemente, poco a poco se iba adueñando de mí, provocando auténticas oleadas de satisfacción». Bien, ¿satisfacción porqué?,¿ acaso porque Tagore tiene la certeza de que hay una vida extraordinaria?…del texto parece desprenderse un mayor aprecio por la vida tras la pérdida. Bien está. Pero es quizás en el último párrafo donde yo encuentro un bálsamo para el hecho de nuestra finitud:»….cuando contemplaba el cuadro del Universo sobre el fondo de la muerte….». Es decir : si nos abajamos, si contemplamos nuestro papel, precioso , sí , pero diminuto en el Universo, es como acaso encontraríamos, aceptación, paz. Gracias.
La cruz de Cristo es la expresión del amor desconcertante de Dios y no la víctima de la justicia Divida.
La obra de vida,de salvación,viene de Dios.
La cruz nos revela el camino hacia Dios. Lo haremos nuestro en la medida que adoptemos con todos los sufrimientos del mundo la misma actitud que Jesús adoptó.
Que lleguemos como Jesús a tener un corazón abierto a todos