El tesoro escondido

Cuadro de David Hockney

El filósofo humanista Erich Fromm escribe así en una de sus obras: «Nuestra cultura  lleva a una forma difusa y descentrada de vivir, que casi no registra paralelo en la historia. Se hacen muchas cosas a la vez, Somos consumidores con la boca siempre abierta, ansiosos y dispuestos a tragarlo todo… Esta falta de concentración se manifiesta en nuestra dificultad para estar a solas con nosotros mismos.»

Creo, yo, que es precisamente en esta cultura donde hemos de escuchar la llamada de Jesús a ahondar en la existencia para encontrar ese oro escondido que puede transformar nuestra vida.

Tal vez lo que necesita urgentemente el hombre de hoy para encontrarlo se puede resumir en tres cosas:
huir de la dispersión,
vivir desde dentro
y recuperar la paz.

Nuestro primer esfuerzo ha de ser luchar contra la dispersión. No dejarnos desbordar por el diluvio de informaciones que cae sobre nosotros. Resistirnos a ser juguete de tantos estímulos, imágenes e impresiones que pueden arrastrarnos de un lado para otro, destruyendo nuestra armonía interior. Naturalmente, esto exige una ascesis personal y un adiestra­miento. La dispersión sólo se supera cuando uno vive enraiza­do en las grandes convicciones que dan sentido a su vida. Es aquí donde el creyente descubre el poder unificador de la fe en Dios y la importancia de la experiencia religiosa para adquirir una consistencia interior.

Necesitamos también vivir las cosas desde dentro. Sólo entonces encontramos nuestra propia verdad; cada pieza de nuestro «puzle» interior se va colocando en su sitio y aflora nuestro verdadero rostro. Sólo entonces nos relacionamos con las personas desde nuestro verdadero ser, sin proyectar sobre ellas nuestras ilusiones, frustraciones o tentaciones de domi­nio. Naturalmente, también esto exige disciplina. Es necesario vivir de manera consciente cada una de nuestras actividades. Estar «aquí y ahora» en cada momento del día. Es entonces cuando el creyente descubre y experimenta la hondura que proporciona a la existencia el vivir la vida ante Dios.

El hombre de hoy necesita, además, sosiego interior. Pero como la paz del corazón no se puede comprar con dinero, muchas personas que lo tienen casi todo, no saben cómo adquirirla.

La serenidad del corazón sólo llega cuando limpia­mos nuestro interior de miedos, culpabilidades y conflictos. Tal vez, uno de los mayores regalos de la vida, a veces tan dura e inhóspita, es el poder experimentar a Dios como fuente de verdad última, de paz interior y descanso verdadero.

En los países de Primer mundo mucha gente está abandonando la religión sin haber saboreado a Dios. Les entiendo. Yo haría lo mismo. Si uno no ha descubierto un poco la experiencia de Dios que vivía Jesús, la religión es un aburrimiento, un rollo. No merece la pena.
No es fácil reaccionar y romper esta trayectoria decadente.

La persona necesita encontrarse con algo que toque lo más hondo de su ser que infunda una luz y un sentido nuevo a su existencia. Algo que despierte en ella la dignidad y el deseo de una vida diferente. Algo que genere un estilo de vivir más generoso, más sano y más gozoso.

Para muchos la palabra Dios es una palabra gastada, un concepto vacío. Por eso puede sorprender que, en la pequeña parábola del tesoro encontrado en el campo, Jesús presente el encuentro con Dios como una experiencia gozosa, capaz de transformar a la persona trastocando su vida entera. El encuentro con Dios es siempre creador y transformador.

Yo os invito hoy a que cabéis, hasta lo más profundo en vuestro interior y os aseguro que encontrareis ese tesoro, que es Dios, y que le buscabais posiblemente donde no estaba, cuando estaba tan cerca de vosotros.

8 comentarios en “El tesoro escondido

  1. Alicia dijo:

    Totalmente de acuerdo y ¡cómo nos hace falta a todos recuperar la condición de interioridad, con «mística de ojos abiertos».
    Gracias, Carlos. Que el Señor siga bendiciendo tu esfuerzo y generoso compartir…
    Saluda a tu Comunidad.

    Alicia

      • Alicia dijo:

        Oportuna la observación. Aprovecho para sugerir que identifiqueis al autor, si no va contra vuestras convicciones. Gracias. Disculpad cualquier molestia.
        Que el Señor Jesús siga bendiciendo vuestra siembra.
        Alicia

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