
Parque del Monasterio
«Él nos ha hecho y de él somos»: esto dice el salmo número cien, querido maestro Yosef. Él nos ha hecho frágiles, de barro, por lo cual no podemos esperar gran cosa de nosotros. Nos basta con saber eso, que «somos suyos», que pertenecemos a su omnipotencia.
-Tenéis razón, sin duda. La edad que ha encanecido vuestra barba ha visto y conocido más cosas que yo. Y os estoy muy agradecido por acogernos a mí y a mi mujer Miriam junto a vuestro fuego. Pero me cuesta creer que sea voluntad suya imponernos todos estos afanes. Los romanos ocupan nuestra tierra, colocan a su Júpiter en lo alto del templo de Jerusalén, crucifican a nuestros jóvenes que se rebelan. Y nos cargan con impuestos y más impuestos. Y encima ahora este censo obligatorio en pleno invierno: tengo que llevar por caminos de barro y nieve a mi mujer en su último mes de embarazo. No puedo creer que todo esto sea obra de su voluntad. Lo digo para defender a nuestro Elohím, no para acusarlo: no pretendo eso. Bueno, en fin, se ha cansado de nosotros y ha ocultado su rostro.
-Maestro Yosef, hemos acampado en torno a este fuego que nos calienta y nos permite derretir nieve para calmar nuestra sed. Estamos en esta hermosa noche cuajada de estrellas, tenemos buenos abrigos, sandalias resistentes, vuestra asna no cojea, vuestra mujer duerme plácidamente entre gruesas pieles de oveja. ¿Cómo se os ocurre decir que Elohím se ha olvidado de nosotros? ¿No estáis palpando con todos vuestros sentidos su solicitud? Esta noche, con mayor intensidad aún, «somos suyos». Y, además, al terminar nuestra cena hemos recitado juntos la acción de gracias porque «hemos comido de aquello que es suyo».
-Tenéis razón. He recitado con vos esa oración, pero más por costumbre, por enjuagarme la boca con algunas buenas palabras de la lengua santa, que por fe. La estoy perdiendo. Este año me está poniendo a prueba. Ya conocéis mi caso: he desposado a una muchacha, Miriam, embarazada de un anuncio, pero no de mí. Es un caso nunca oído en Israel, una virgen encinta. Las otras veces que un ángel ha anunciado un embarazo se trataba de mujeres estériles, y los hijos concebidos después de la aparición del mensajero eran carne de los legítimos esposos. A mí me ha tocado casarme con una virgen embarazada. Este caso inédito me ha enfrentado con toda la comunidad. Querían que yo la repudiara. Tenía que ser apedreada como adúltera. Pero yo la amo y creo en ella, así que la he defendido con todo mi ser: «Con todo mi corazón, con todo mi aliento, con todas mis fuerzas».
-Maestro Yosef, ese versículo que acabáis de citar dice así entero: «Amarás a Yod tu Elohím con todo tu corazón, con todo tu aliento, con todas tus fuerzas». Vos aquí os arrogáis el derecho de amar a vuestra mujer según el mandamiento establecido para el amor a la divinidad.
-Sí, así es, este año he amado a mi mujer, a mi Miriam, tomando el amor del fondo destinado a él. Y ahora mi función en la tierra es servir y honrar a mi familia, sustentar a mi esposa y al hijo que lleva en su vientre. No sé quién es, solo sé que no es mío, que no procede de mi simiente. Sin embargo, lo inscribiré a mi nombre y estará en el registro de mi familia, que desciende directamente del rey David. Este año mi vida ha cambiado, no tengo fuerzas para dedicarlas a la divinidad, debo cuidar de ellos.
-Maestro Yosef, decís que no creéis que nuestro Elohím se ocupe de nosotros. Pues bien, yo quiero demostraros justo lo contrario, y no con razonamientos, sino con vuestras mismas palabras. Vuestra mujer está embarazada de una criatura y me habéis dicho que ahora tenéis que ocuparos de ella y del hijo que lleva en su vientre. ¿Cómo sabéis que se trata de un hijo varón?
-Esas fueron las palabras del anuncio.
-«Que vos no habéis oído, pero en el que habéis creído por las palabras de vuestra mujer: esto demuestra que vos, maestro Yosef, sois el mayor creyente de todos los hombres de la tierra. Vos creéis con la sobreabundancia del amor, no con la escasez de la sabiduría. Vos, por amor, creéis a vuestra mujer, al anuncio, a la noticia de que será varón. Vos sois un justo en Israel. Mirad esta noche: junto a este fuego que vos no habíais encendido habéis pedido hospitalidad y hete aquí que habéis sido acogido. Es esta una noche para dar gracias. Vos sois carpintero: ¿no es un prodigio esta materia viva que arde ante nosotros y nos calienta, cuece el pan, ilumina, funde los metales? ¿No os conmueve la madera?
-Sí, sí que me conmueve la madera. Subo al bosque a cortarla con la luna propicia, dejo que se seque, la trabajo según su veta. Amo la madera, pero hasta esto me lo amargan los romanos, al usarla para crucificar a nuestros hermanos. Y temo por el hijo que tiene que nacer en esta tierra. Temo por este arbolillo que está todavía con todas sus raíces en el vientre de mi mujer.
-Id a buscar un tronco, maestro Yosef. No importa su tamaño, elegidlo vos mismo.
-¿Es para el fuego?
-No. No hagáis preguntas. Id y traed uno, el que mejor os parezca.
-Como queráis. Hay muchos por aquí cerca. No tardaré.
-Id con calma.
* * *
-Aquí tenéis el tronco.
-Habéis elegido un hermoso tronco, maestro Yosef.
-¿Puedo saber ahora para qué lo queréis?
-¿Cuántos años tiene este tronco? Contad sus anillos, contadlos bien, maestro Yosef.
-Los he contado: son treinta y tres.
-Así vos mismo habéis establecido esta noche los años que le esperan a vuestro hijo. Vos mismo habéis elegido el madero.
-¿Qué estáis diciendo? ¿Cómo es posible? ¿Y vos, vos quién sois?
-Soy vuestro sueño de esta noche, maestro Yosef. Cuando amanezca ya no lo recordaréis. Llegaréis mañana a vuestro destino, a Bet-Lehem, y todo sucederá como es debido. Tendréis a vuestro hijo varón.
(en Erri de Luca, Penúltimas noticias acerca de Yeshua/Jesús, Ed. Sígueme, Salamanca 2016)
Gracias
Hermosísimo el sueño, Dios os siga bendiciendo y nos envíe otra vez a su mensajero. Amén.Gracias como siempre.
Gracias
Muchas gracias !!!
No sé…. ¿ no le falta al texto un poco de sal… efusión… Luz…. ???
¡Precioso sueño! Seguid acompañándonos con vuestras profundas reflexiones. Gracias
Gracias!!
Muchas gracias. Alegoría del santo Custodio.