Guardar la Palabra en el corazón

Cientos de ciudadanos con herramientas, alimentos y enseres recorren los barrios del sur de Valencia para tratar de ayudar a los damnificados.

 

Este Domingo oiremos un recuerdo de la Carta de la vida cristiana: El Amor a Dios y al Prójimo. Una comunidad que lleva a cabo esto es ya un comienzo del Reino.

Del texto del Deuteronomio que hemos oído proviene el comienzo de la oración cotidiana rezada aún en nuestros días por los israelitas religiosos. Este acto de fe israelita en el Único Dios, diferente a todas las falsificaciones humanas que nos sirven de ídolos, es el origen de la fe de Jesús y de la nuestra. Pero este Dios se ha hecho cercano a los hombres, para conducirlos a través de la historia hacia la libertad y la felicidad: Temerlo es amarlo con todas nuestras fuerzas, es entregar toda nuestra persona a su servicio y temer solo el faltar a su amor.

Está claro que es preciso que hagamos cada día, de un modo u otro un acto de fe y de amor a Dios. “Estas palabras quedaran en tu corazón” Una manera de que esto sea posible para nosotros consiste en leer la palabra de Dios a diario o escucharla en la Iglesia y meterla en nuestro corazón y memoria y poder recodarla y repetirla a lo largo del día.

¡Qué bueno sería que se leyera en familia a diario algún texto del Evangelio o de las Cartas de los Apóstoles para ir llenando nuestro corazón de cosas santas, de cosas que dan la vida eterna! Y descansar de tantas barbaridades y cosas feas que se oyen por los medios de comunicación.

No se trata de hacer acumulación de misas y oraciones de memoria sino unirse a Jesucristo por una vida totalmente entregada a Dios y al servicio de nuestro prójimo. Esto es tomarse la religión en serio. Esta unión con Cristo toma cuerpo en la Eucaristía y es por Cristo con Él y en Él que nos presentamos delante de Dios.

Está claro que amar a Dios y a nuestro prójimo vale más que todas las ofrendas y sacrificios y todas las velitas que se encienden en las gradas de las Iglesias, porque sin el amor no sirven de nada.

Amar, en definitiva, ya sea a Dios o al prójimo, supone simplemente salir de uno mismo totalmente; que nuestro centro no seamos nosotros sino Dios y el prójimo. En este sentido Dios es el único Señor no solo porque solo Él es Dios con exclusión de otro cualquiera y es el único Ser al que podamos entregarnos totalmente sin reservas.

El escriba comprendió bien la profundidad de la repuesta de Jesús, que siguiendo a los profetas reclama al hombre el don total de si en el amor, más que todo otro don exterior a su persona. Aproximarse al Reino de Dios es comprender y aceptar eso y entrar en el Reino es vivirlo.

Se nos invita también hoy a poner nuestro centro en esos dos amores de los que hablamos, cambiar el odio por el amor. Reflexionar cual es nuestra actitud frente a los acontecimientos cercanos o lejanos que ponen cada día sobre nuestros ojos el odio sobre el amor, la victoria del egoísmo sobre el compartir, el aplastamiento de los pequeños, bajo los intereses de los poderosos.

Pedimos con todo nuestro corazón hoy que el Señor nos llene de amor por Él y por nuestros hermanos y que seamos capaces de llenarnos de su Palabra liberadora y sanadora, único camino posible a la Vida Eterna.

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