Hoy nos encontramos ya en el último domingo del tiempo de Adviento, La liturgia de este día nos invita a mirar con expectante alegría y profunda reflexión la cercanía del misterio que estamos a punto de vivir: la venida de Jesucristo, el Salvador del mundo.
El relato de la Anunciación no solo nos introduce en el misterio de la Encarnación, sino que nos invita a reflexionar sobre la actitud de María y la disposición que ella tiene ante la voluntad de Dios. En este contexto, tres aspectos fundamentales de la fe cristiana emergen con claridad: la fe, la obediencia y la esperanza.
La fe de María: un sí libre y confiado. La primera lección que encontramos en la figura de María es la fe. El ángel Gabriel le comunica a María un mensaje que, desde una perspectiva humana, es completamente incomprensible: será madre del Hijo de Dios, sin haber tenido relaciones con un hombre. En lugar de rechazar la propuesta o dudar de la posibilidad de este acontecimiento, María responde con fe. Su pregunta inicial («¿Cómo será esto, ya que no conozco a varón?») no es una negación, sino una expresión de curiosidad y apertura al plan de Dios. Ella no se resiste, sino que busca comprender lo que Dios le está pidiendo. Este acto de fe, aunque cargado de incertidumbres humanas, es una aceptación total del misterio de Dios. María no se deja llevar por el miedo, sino que responde con confianza. Su «sí» es el resultado de una fe profunda, una fe que no exige pruebas, sino que se entrega a la voluntad de Dios. Al decir «hágase en mí según tu palabra», María se convierte en el modelo perfecto de la fe cristiana: una fe que confía, que se abandona en los brazos de Dios, incluso cuando el futuro es incierto. En nuestra vida cotidiana, nosotros también somos llamados a vivir una fe confiada, aunque las circunstancias no siempre sean claras. Como María, estamos llamados a decir «sí» a los planes de Dios, incluso cuando no entendemos completamente lo que Él quiere de nosotros.
La obediencia a la voluntad de Dios. El segundo aspecto fundamental que podemos aprender de la figura de María es la obediencia. María no solo cree, sino que se somete libremente a la voluntad de Dios.
María acepta ser la Madre de Jesús con una obediencia radical. No se cuestiona si está preparada, si es digna, o si su vida cambiará para siempre; simplemente dice «sí». Esta obediencia implica, en primer lugar, una disposición total para cumplir lo que Dios le pide, aun cuando pueda implicar sacrificios, dificultades o malentendidos. La obediencia no es una sumisión ciega, sino una aceptación consciente de que el plan de Dios es siempre lo mejor para nuestra vida, incluso cuando no lo comprendemos.
La esperanza en la promesa de Dios. El tercer aspecto es la esperanza. La promesa de Dios, que se hace realidad en el nacimiento de Jesús, es la luz que ilumina nuestra vida. El ángel Gabriel le revela a María que el niño que concebiría sería el Hijo de Dios, el Salvador esperado por el pueblo de Israel. María, al aceptar esta promesa, se convierte en el símbolo de la esperanza que se ha cumplido en la historia. María no solo es la madre de Jesús, sino también la madre de la esperanza. Ella es la que, al aceptar la venida del Salvador, abre las puertas de la humanidad a la salvación. También nosotros esperamos la plenitud de la salvación, que ya comenzó en la Navidad y que se realizará plenamente en la parusía, la segunda venida de Cristo.
La Madre de Jesús es el modelo de toda persona que vive su fe en Cristo. Ella nos enseña a confiar plenamente en Dios, a aceptar su voluntad sin reservas, a vivir en esperanza y a poner nuestra vida al servicio del proyecto divino.
María es, por tanto, el modelo de la Iglesia, que es llamada a ser, como ella, humilde y dispuesta a hacer la voluntad de Dios en todo momento.
Esta Navidad 2024 con expectante alegría, al ritmo de la bella musica de Bach, el Dios con NOSOTRAS nos regala el profundo misterio de la encarnación de DIOS, haciéndonos MADRES de Jesus “en Maria de San José”.
Me uno así a la suplica de Bernardo de Clairvaux: “que se haga en mi vientre, según la PALABRA de DIOS. No quiero que se haga en mi como un sueño imaginario, sino como una inspiración silenciosa, como una ENCARNACION personal, poseída corporalmente en mis entrañas”
Maria de José; HIJA predilecta del PADRE, MADRE del HIJO único de Dios, TEMPLO eclesial del AMOR y ESPOSA en unidad de vida con José, PADRE de la Iglesia por siempre. INMACULADA y MUJER ETERNA garantía de la dignidad humana de toda MUJER. Signo materno de la MISERICORDIA del Padre, SACRAMENTO de los rasgos MATERNOS de DIOS TRINO.
Maria de José; Dios te colmo de Gracia, para que fueses madre virgen de la VIDA. Hoy peregrino al PADRE, por CRISTO en el AMOR que te habita.
Quiero contemplar a Dios en la luz de tus ojos fieles, amándolo en el fuego de tu corazón en llamas. Por ello combato el pecado con ORACION y TRABAJO, esperando, amando y comiendo a Jesus Sacramentado, dialogando con el DIOS revelado. Soy MUJER- OTOÑO FRATERNA; HIJA Y HERMANA.
Sta MARIA de SOBRADO, madre nuestra reconciliadora, aliméntame con la leche de tus pechos, como amamantaste a San Bernardo de Clairvaux, rocíame la cara y los ojos para MIRAR con tu mirada.
Aliada con Dios en mi BAUTISMO, espiritualiza mi carne y ENCARNA en mi, el ESPIRITU CONTEMPLATIVO CISTERCIENSE, al servicio de los mas pequeños, peregrinos y emigrantes. Amen
Gracias