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La liturgia de hoy nos ofrece tres impresionantes relatos biográficos. Cuando nos percatamos que Dios no es una abstracción, sino que vive y respira en nuestra historia personal, somos sorprendidos con el poder transformador de un amor sin medida. Estos relatos nos invitan a reinventar la vida a partir de la experiencia de lo que es completamente gratuito.
Isaías, Pablo y Pedro nos anuncian, cada uno a su modo, que la tierra está llena de la gloria de Dios, que Cristo entregó la vida por nosotros para resucitar la nuestra, que siempre merece la pena volver a echar las redes porque detrás de la escasez hay un mar de abundancia.
Isaías, Pablo y Pedro, delante de lo que sus ojos contemplan, se sienten pequeños, impuros y pecadores. Cuando alguien vislumbra algo de Dios, conoce al mismo tiempo la dimensión de su pequeñez. Esta es una humillación que, paradójicamente, nos llena de alegría, porque la distancia entre la gloria de Dios ya la indigencia propia de la vida humana no es separación; esa distancia infinita nos revela la dimensión de un amor loco que no cesa de abrazarnos, de levantarnos y de enviarnos.
«!Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros (…) Entonces, escuché la voz del Señor, que decía: – “¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?” Contesté: – “Aquí estoy, mándame.”» – dice Isaías.
«Yo no soy digno de llamarme apóstol porque perseguí a la iglesia de Dios. Por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí.» – dice Pablo.
«Apártate de mí, Señor, que soy un pecador» – dice Pedro. Y Jesús le contesta: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres.»
Cada uno de nosotros, con sus propias palabras -o en el silencio de su corazón- podrá relatar cómo hizo la experiencia de un amor inmerecido, cuando estaba postrado y vencido y experimentó la fuerza interior que lo levantó y lo puso de nuevo en camino. No ocurre solo una vez en la vida, aunque algunas experiencias muy concretas nos quedan como referencias en nuestra historia. La Pascua de Cristo se actualiza en nuestras vidas y es un proceso que nos acompaña a lo largo de la vida hasta la última y definitiva Pascua. Lo que la vida nos ofrece todos los días es la posibilidad de ensanchar el corazón para que, al final, todo en nosotros sea gratitud.
Cuando la Pascua se convierte en experiencia de vida, nuestros ojos se abren llenos de esperanza ante los lugares inhóspitos del mundo, porque sabemos por experiencia que Dios habita en ellos como reconstructor de cada ser humano. Somos parte de la humanidad herida, y creo que lo mejor que tenemos para ofrecer a los demás es nuestra propia debilidad como el lugar donde se realiza la salvación de Dios. Thomas Merton lo atestigua de una forma muy bella: «Dios está conmigo y se asienta en las ruinas de mi corazón predicando el evangelio a los pobres».
Termino con una oración que el salmista hoy nos ofrece:
«Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos.»
Dios nos llama a la conversión de nuestros corazones. En esta Tierra que nos dona…en este jardín de la Vida…nuestras acciones son precedidas por el Amor inmenso que el Señor nos tiene. Solo nos pide que le sigamos…aún siendo insignificantes, aún teniendo fallos, aún siendo incrédulos. Él quiere nuestro compromiso para que contribuyamos a la mejora de nuestro mundo, para que labremos y cultivemos esa porción de Tierra que nos procura, para mejorarla siendo co-creadores con el mismo, con ese Dios que no ceja en el empeño de acompañar a la Humanidad caída…desfallecida. Nosotros somos eslabones en la larga cadena de todos los tiempos… No nos limitemos a pasar por la vida como seres indiferentes, carentes de entusiasmo, perdidos en nuestro egocentrismo. Seamos prójimos de los más necesitados… es necesaria la solidaridad entre hermanos de la misma sangre, hermanos de la Carne de Jesús que viene a habitar entre nosotros…en nosotros: acampa con su tienda de refugiado, de desprotegido,en nuestros corazones…para hacerse el Amigo querido que nos sostiene en nuestras debilidades. Hemos de tener la valentía de la humildad y la sencillez para acoger Su Amor desinteresado. Escuchar Su Palabra y hablarle con toda nuestra sinceridad. Jesús es el Hijo De Dios…es Dios que se acerca, que desea nuestro bien. No se cansa en venir día tras día ante nuestras dificultades. Es necesario responder a su llamada y aunarnos unos con otros en sus santas entrañas de Misericordia. Hablemos con Él ininterrumpidamente siempre. “” La oración es nuestra humilde respuesta a la inconcebible sorpresa de vivir “” ( Rabino A.J. Heschel ). Solo un mundo que no se olvida de la Presencia De Dios es agradecido tiernamente y eternamente.
«Por la Gracia de DIOS, soy lo que SOY».
Que maravilla!
DIOS me susurra HOY Su APASIONADO AMOR, que no cesa de abrazarme, de alzarme entre sus brazos hasta tocar el Cielo.
Así, tod@s JUNTAS en FAMILIA, bailamos cantando el Magníficat. Estamos exultantes de gozo, porque DIOS ha hecho grandes cosas en nosotr@s. Deseamos contar esta gran NOTICIA a los POBRES, a l@s emigrantes, a las peregrin@s camino de Santiago de Compostela..
«Señor, Tú misericordia es ETERNA,
no abandones la obra de tus manos.»
Gracias
Los TÍTULOS de los comentarios de la LITURGIA de cada domingo, son para saborearlos transformándose en jaculatorias. Los voy desgranando como rubís y saboreando día a día de la semana. Son una explosión silenciosa, venida de las entrañas, que conmociona el alma.