«Elías continuó por el desierto una jornada de camino, y, al final, se sentó bajo una retama y se deseó la muerte. – ¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida!»
Elías es un hombre en fuga que atraviesa el desierto bajo amenaza. Su vida está en peligro. Siente miedo… De tal forma, que no encuentra sentido para su vida, la muerte le parece la mejor solución.
«De pronto un ángel lo tocó y le dijo: – ¡Levántate, come! Miró y vio a su cabecera pan y agua».
Cada ser humano está habitado por un hambre de sentido. Hay algo de no saciado en la vida de todos nosotros. Hay lugares sin respuesta en nuestro corazón, somos seres inmensamente vulnerables… Y hay momentos en nuestra historia en los que todo esto se vuelve especialmente dramático. El hambre y la sed, porque nos hacen tocar la extrema precariedad de la existencia, son lugares de riesgo en nuestras vidas. Un ser humano hambriento puede llegar fácilmente a la desesperación y sentir de cerca lo que es la locura.
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