Si la Noche Buena revelaba el nacimiento del Salvador, hoy podemos y debemos profundizar en esa gran noticia: El Hijo de Dios ha hecho de nosotros sus hermanos y llama incansablemente a todos los hombres.
Isaías nos habla del día de gloria para todo un pueblo que volvía del exilio con el Señor a la cabeza. Cuanta más gloria cuando se pondrá a la cabeza de todas las naciones para liberarlas. Después de 40 años de exilio el pueblo judío deportado en Babilonia se creía abandonado por Dios. ¡Qué gozo sentiría ese pueblo cuando conocido que su repatriación estaba cerca! Que pequeñas cosas revisten desde entonces toda su importancia: Los pasos del mensajero de la Buena Nueva, los gritos de las caravanas volviendo, la fiesta volviendo a dar vida a las viejas ruinas de Jerusalén. El que conoció eso podrá decir: “He visto al Señor” Estaba allí en esa fiesta, en el corazón de esta alegría. Estaba ahí el que consolaba y salvaba a su pueblo. Estaba ahí para revelar a los hombres su amor, un amor totalmente nuevo y absolutamente tierno y consolador.
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